La pasada final de Concacaf Nations League fue la confirmación de las 2 realidades que atañen tanto al fútbol estadounidense como al mexicano, siendo muy notorio hacia qué dirección va cada uno; uno trabajando para el motor deportivo, el otro, para mantener el negocio y en la cancha, se está viendo reflejado.
Dominio absoluto
2019, fue el año donde la Selección Mexicana lograba derrotar al acérrimo rival, desde ese entonces han pasado muchas cosas para el fútbol mexicano; Gerardo Martino convencía con su joven gestión, aún había ascenso y descenso en la Liga mexicana, Tiburones Rojos estaban aún en primera división y Javier “Chicharito” Hernández era un jugador de selección nacional, por mencionar solo algunas cosas.
Casi un lustro después, el panorama es totalmente diferente, unos aprendieron del fracaso, mientras que otros continuaron de más a menos, y en la actualidad estamos viendo los resultados.
Los estadounidenses tocaron fondo desde un par de años atrás; no calificaron a Rusia 2018 ni tampoco a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 en fútbol varonil, una gestión fallida, que a pesar de entrenadores como Jurgen Klinsmann o el propio Bruce Arena, no resultaron ser lo esperado, dando pauta a un “reset” casi completo, buscando enmendar sus errores.
El ‘Soccer’ puede más
Que Estados Unidos haya crecido mucho en el fútbol y que ahora (aunque nos cueste) sea superior a México, no sucedió solo porque sí; ellos se han enfocado en trabajar para impulsar a su talento, manteniendo redes de reclutamiento aprovechando su vasta diversidad de dobles o triples nacionalidades, lo que le permite poder sumar a sus filas a jugadores que ni siquiera nacieron o han jugado en territorio americano (casos como Christian Pullisic o Gio Reyna).
Sumado a que el talento más sobresaliente que nace de los colegios y academias de la MLS, es enviado a la primera oportunidad a Europa; quizá, no a equipos top, pero sí a ligas de dicho rubro en equipos de media tabla para abajo, pero que fortalece y ayuda al crecimiento futbolístico y mental de sus elementos, lo cual fue notorio en el partido del domingo pasado, donde los gabachos eran muy superiores físicamente, con despliegues físicos y veloces con los que los mexicanos, no pueden competir hoy en día.
Además de darle continuidad al proyecto del actual entrenador Gregg Berhalter, quien lleva en el cargo desde 2018 y ha logrado poner de nueva cuenta al fútbol estadounidense en el plano estelar.
Distinto a lo que sucede de este lado, donde se ha hecho todo lo contrario a los estadounidenses; se han repatriado a más jugadores mexicanos que exportado al viejo continente, poco apoyo a debutar y dar oportunidades a jóvenes futbolistas y el eterno problema de cortar procesos o dejar de más tiempo a entrenadores que no cumplieron la expectativa.
Si lo ponemos como analogía, Estados Unidos es ese alumno que reprobó, que perdió un año, que no pasó el examen de universidad o no se tituló, pero se puso a trabajar en serio, aprendiendo de sus fracasos y ahora resurge a lo grande; mientras que nuestra selección mexicana, es ese alumno que fue muy bueno en el pasado, y cree que por que lo fue antes, lo seguirá siendo ahora, pero sin actualizarse, sin esforzarse más, sin adaptarse, sin innovar etcétera.
¿Resignación?
A este paso, parece que lo único que le queda al fútbol mexicano, es aceptar que nos han rebasado, que nos hemos quedado en el rezago, que no hay mejora y estar bajo esa sombra, ya que difícilmente habrá circunstancias que permitan un cambio idóneo en el fútbol mexicano que realmente nos haga pensar en que todo cambiará.
Ese 2-0 del cual ya estamos hasta hartos, seguirá pesando mientras no se hagan cambios significativos, ya que después de esto, volveremos a este “ciclo de la frustración” con nuestra selección; perdemos un partido importante, ganamos un juego molero, nos ilusionamos, ganamos a una potencia, nos sentimos los mejores y perdemos como siempre… cuento de nunca acabar.
Jimmy Lozano no tiene mucho margen, las críticas van en gran parte sobre su figura, pero no olvidemos que también convergen en esa ecuación, jugadores y directivos, que también tienen su porcentaje tanto en lo bueno como malo que se haga.
La Copa América está a la vuelta de la esquina, con lo que haya y no, este equipo tendrá que cambiar en casi su totalidad, si no quieren tener otro verano futbolero del espanto y que nos vuelvan a decir en la cara: “I´m the number one”.
(Fotos: X).
Periodista deportivo 24/7, gustoso del buen fútbol y y carreras de autos, charla de todo un poco