En un mundo tan convulsionado como convulsionante, en el que casi cualquier tema que se toca sin importar el ámbito ni las fuentes de sustento provoca una división, una separación y muestras de odio e intolerancia; en una época donde parecería ser que con un solo vistazo al teléfono podemos tener acceso a cualquier información y obtener todas las respuestas, y que al mismo tiempo parecería ser que cada vez estamos más alejados de la verdad.
En un momento de la existencia que parecen estarse abriendo posibilidades a tocar temas que estuvieron prohibidos o tomados con poca seriedad; en un momento geopolítico que parece estar reacomodándose (nuevamente) y que al mismo tiempo nos muestra de cuerpo entero a los líderes y dirigentes aferrados a mantener el estatus quo con dogmas y doctrinas simplistas, baratas y fracasadas (no es una apreciación personal, sino lo que la propia historia documenta), en medio de todo eso se aparece el oasis que el deporte en su más pura expresión nos puede otorgar.
Los Juegos Olímpicos de París 2024 son una luz en medio de toda esa oscuridad, con imágenes que se van a quedar en la memoria colectiva independientemente del gusto o del conocimiento que se pueda tener por algún deporte en específico. Imágenes como las del surfista que parecer estar suspendido en el aire, o la de los clavadistas chinos al ver el desempeño de los mexicanos, o las sirenas aztecas elevando su más alto grado artístico, más las que se sigan acumulando, serán las que a futuro vengan a nuestra memoria inmediatamente al recordar París 2024.
Sin el gran distractor que el fútbol representa para la mayoría de nosotros los mexicanos, algunos han tenido que buscar entre las demás disciplinas momentos de orgullo, de regocijo, de emoción para celebrar el esfuerzo de los deportistas que representan a México en esta justa. Finalmente en el ADN del mexicano la celebración siempre será importante para el alma y siempre habrá la manera de encontrar el motivo para llevarla a cabo, y si es a través del deporte creo que es una celebración válida.
La lección importante que un servidor quisiera rescatar, es que los Juegos Olímpicos podrían darnos una óptica que nos ponga en una situación de entender el orgullo nacional sin apasionamientos nacionalistas, que allá los que van a competir van a intentar ganar, pero que eso no los hace enemigos de los demás competidores, por el contrario, la posibilidad de compartir, convivir y simplemente conocer personas de otros países, con otras culturas, con otro idioma, hace sumamente enriquecedora su experiencia y que en contra de la visión obsoleta y maniquea de los líderes mundiales que insisten en levantar muros y profundizar las fronteras, sean pues las imágenes que nos regalan estos muchachos (no la de los futbolistas argentinos y franceses) un recordatorio de enfocarnos en universalizar al ser humano y hacerlo responsable en su conjunto de nuestra casa común, que a simple vista nos damos cuenta que se nos está desmoronando.
Que los ciudadanos del futuro piensen en ser ciudadanos del mundo, con un gran orgullo de sus raíces siempre, pero que esas raíces no se conviertan en amarras, traumas o complejos, sino que sean el trampolín que los impulse a llevar y a poner a disposición de la humanidad lo mejor de cada nación.
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Especialista financiero. Consultor y asesor de negocios. Aficionado a las Chivas y al Real Madrid.
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