Victoria es, por su definición, el hecho de vencer en una competición o una lucha.
En el deporte se asocia a un campeonato o medalla, en fútbol a un trofeo. Y es precisamente eso lo que es más peligroso al conseguir una victoria; el llenar una vitrina de trofeos, porque con ello llega la costumbre de ganar y para bien o mal, México se acostumbró a ganar.
México radica en Concacaf, no definió dónde existir y la federación en la que iba a jugar. Por ello es que México ha estado acostumbrado a la victoria, a que cada verano en la zona se compitiera y no solamente se ganara, se goleaba y se hacía una fiesta; internacionalmente, en Copa América o en mundiales el llegar a octavos de final era costumbre para ser despachados luego de un partido en el que “jugamos como nunca y perdimos como siempre”.
México fue así acostumbrándose a ser el “Gigante de la Concacaf”, a que si un año no se ganaba era por llevar un equipo “B” o por algún frascaso en específico, la autocrítica quedó de lado y se empezó a caer en el conformismo y en sentir que tanto a nivel de clubes como de selección el quedar campeón era el pan de cada día.
Los rivales mejoran, los chicos se hacen grandes, las generaciones, pasan. Y cuando llega el momento de afrontar la realidad de dónde estamos actualmente, nos damos cuenta de lo difícil que es en realidad ganar.
Con el título de Copa Oro conseguido en este verano, la Selección Mexicana suma ya 8 trofeos de la máxima competición de la zona, pero han saltado muchas personas a decir que este título no se debe de celebrar, que tanto afición como jugadores deben ser mesurados en ello.
La realidad es que cada aficionado puede decidir si abre o no una botella de champán o si lo pasa de largo. Cada jugador tiene derecho de sentir este título como especial, por ser su primer título con la selección, por ser un año especial en su vida o por el motivo que decida.
Los directivos tendrán la mayor presión de saber si celebran o no este título a lo grande, pues ellos mismos se han puesto en esta situación. No es, sino en base a las decisiones de ellos, que la gente deje de dividirse sobre celebrar o no las victorias.
Y si creen que no es motivo de celebrar conseguir esta Copa Oro después de 4 años de no ganarla, pregunten a los aficionados del Barcelona lo bien que supo ganar una liga española en la que estaban acostumbrados a reinar prácticamente todos los años y en la cual no lo hacían desde el 2019. Pregúntenle a los aficionados de los Patriotas de Nueva Inglaterra en la NFL, que desde la salida de Brady no han sido competitivos, cuando estaban acostumbrados a estar prácticamente cada 2 años en el súper bowl.
Así que, sí, tal vez por la marca histórica México está obligado a ganar todo en lo que compita en Concacaf, pero el rival también cuenta y si no exigimos cambios de verdad en el manejo de nuestro fútbol, lo que hoy ‘no se debe celebrar con entusiasmo’ será un mero recuerdo y veremos a otros celebrar con entusiasmo desde el segundo lugar o más abajo.
(Cortesía: Daniel Torres).
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