No he conocido a nadie tan dispuesto siempre para la tormenta. Para afrontarla o generarla, daba lo mismo. El carácter volcánico, la voz metálica. Un periodista al derecho y al revés. Leal, honesto y honrador del valor de la palabra.
Manelich Quintero pertenece a esa estirpe de periodismo en extinción. Conocedor de todo, lector nocturno y escritor de madrugada. Talachero de este oficio, bohemio, bebedor dispuesto y aficionado a la buena cocina.
Fue histórico no solo del periodismo al grado de llegar al Salón de la Fama de esta profesión, también combinó la vocación con más de una de sus pasiones. Fue pionero del futbol femenil en México y se vio dando giras musicales al lado de un grupo de son cubano. En el periodismo de espectáculo disfrutó del reporteo nocturno, porque así lo ameritaba la época del cabaret.
Cuatro Copas del Mundo, Giros de Italia, Tour de France, Juegos Olímpicos y mucho más. Alguna vez ‘huésped’ de Lecumberri a causa de su postura ideológica. Su nombre empezó a publicarse en La Afición, la escuela más grande de periodismo deportivo en México. También rubricó para El Heraldo (al lado de Teodoro Cano coordinaban el Torneo de Barrios), Esto y toda la cadena de OEM.
Al principio de nuestra amistad lo imaginaba en sus recuerdos y de pronto lo confundía en alguna página garciamarquiana. Su vida fue un realismo mágico desde el principio hasta el final. La vuelta al mundo en menos de ochenta años y el autoexilio recurrente, incluso su última etapa en San Antonio, Texas.
En más de una ocasión y en diferentes lugares del país, decir que iba de su parte me abrió la puerta que para otros se mantuvo cerrada. Fue mi proveedor de lecturas cuando aún no había lo suficiente para hacerme de mis propios libros. Fue un maestro de tiempo completo no solamente de la profesión, sino de otras muchas cosas igual o más útiles en la vida.
Aunque los últimos años estuvimos poco cercanos, nunca dejó de estar. Su voz aún retumba en la cabeza cada vez que escucho o leo en cualquier medio nacional alguna de esas incorrecciones que le hacían molestar.
Crítico de tiempo completo, severo en sus comentarios, su personalidad contrastaba con la calidez de su amistad. El tipo de persona que siempre te empuja a ser feliz. Agudo con los estudiantes de ‘Corte y Confección’ (así le llamó a la carrera de Ciencias de la Comunicación), siempre cargaba un libro y periódicos bajo el brazo. Era un compendio de remedios naturales.
La noticia me ha llegado cuando menos la quería esperar. Desde que supe de su condición no le había dejado de recordar. Las enseñanzas, las pláticas y las anécdotas como para llenar libros: las mancuernillas de Cruyff, la canción con Pelé al lado de la alberca, la amistad con Hugo Sánchez, la vida en Cuba, el 2 de octubre en Tlatelolco, la aventura en Haití, Europa, y todas esas ocasiones que llenamos con botellas las mesas de cualquier bar.
No saldo una asignatura pendiente, este texto, atropellado y confundido es más un ejercicio de liberación. El equivalente a poder llorar. Ojalá lo consideres a cambio de ese prólogo que te prometí para tu libro de memorias. Algún día lo podremos preparar.
Vuela alto, dicen ahora, querido Manelich, o el nombre con el que te quieras presentar: Charro Negro, Llanero Solitario, Edmundo Dantés, Manelo Segundo… y como dijo La Bandida.
Espero que allá arriba te sepan comprender mejor de lo que pudimos hacer acá.
Descansa en paz, Manelich Quintero Hernández (7/10/1947 – 17/01/2022).
Periodista deportivo desde 2004. Creador del concepto multiplataforma Plan de Juego.
Contacto: jesus.mejia@tuplandejuego.com.mx